miércoles, 9 de septiembre de 2009

Caricias














Y de repente un escalofrío recorrió, a la par que tu dedo índice, el largo de mi espalda desnuda para acabar en mi cuello con un beso como broche final.
Por fin te sentía a mi lado, haciéndole creer que no te separarías de mi ni un instante.
Tus besos embriagaban mis sentidos y anulaban mis, ya de por si, escasas defensas.
Sin embargo un capricho del destino quiso que, por un solo instante, parases bruscamente tus caricias, incorporándote lentamente te levantaste y te marchaste de mi acogedora cama sin mediar palabra. ¿Por qué? Me preguntaba yo entonces, era suya, sin barreras, temores, defensas o impedimento alguno.
Entonces comprendí que había estado muy cerca de quedar anulada, y que gracias a eso, a que sin previo aviso interrumpieses tus caricias, no volvería a mostrarme débil con nadie, pues como tú, su afecto podría cesar de un momento a otro y dejarme totalmente desarmada y descompuesta.

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