viernes, 30 de octubre de 2009

Se hace camino al andar




















Mirame fijamente a los ojos y dime, ¿qué ves?
Ahonda, profundiza, piensa en que hay detrás de estos ojos marrón oscuro, esos en los que has visto todo tipo de expresiones, amor, deseo, tristeza, odio, incluso fingida indiferencia.
¿Acaso valgo ya menos de lo que llegué a valer?¿Esque soy una persona diferente?
Ahora estos ojos miran al infinito intentando saber algo de lo que sobrevendrá, aun no comprenden que ya lo saben, acontecerá lo que decidan, lo que yo forje para mi, nada de terceros, yo, sólo yo decido mi futuro y pienso hacerlo todo lo mejor que se, pues ambos sabemos que no puedo estancarme en el pasado, en recuerdos, en ilusiones muertas y enterradas más hondo de lo que en principio yo quería.
Mirame, he cambiado de vida, de rutina, de gente y realmente soy mucho más feliz de lo que recuerdo haber sido, ¿puedes verlo?¿puedes notar el cambio?

Ya no hay temor en estos ojos, tengo los pies bien plantados y un gran camino por andar en el que encontraré de todo, alegrías, penas, sorpresas, ánimos y frustraciones, pero hacia tiempo qeu no tenia algo tan claro, voy a echar a andar y aprender y disfrutar con cada paso, no dudaré de mi, pues el camino está hecho para mis pies, asi que, si tras esto soy distinta, sabras qye estoy avanzando, y paso a paso me reafirmo y me siento mas realizada, aqui se bifurcan nuestros caminos, asi pues, andemos.

lunes, 26 de octubre de 2009

La sombra de mi sueño

Sentí el peso de su cuerpo contra el mío, su cadáver yacía en mis brazos, le giré la cabeza hacia mi con intención de confirmar mis sospechas sobre quién era, suponía menos de un segundo averiguarlo.
Desperté bruscamente, me encontraba en mi pequeña habitación, a oscuras, con el cuerpo empapado en sudor. De repente, creí ver una sombra ir de una esquina a otra de mi habitación, silenciosa y rápidamente, haciéndome dudar si era real o sólo un delirio más de mi turbada mente. En el horizonte despuntaba el alba; decidí salir para despejarme. Caminé por las calles empedradas de la pequeña ciudad en la que nací y que no he vuelto a pisar desde que acontecieran los hechos que me dispongo a relatar.
Llegué a una plaza desierta, con casas de tres plantas que se alzaban imponentes alrededor de aquel espacio, moles de piedra oscura y desconocida para mi; no recordaba siquiera haber visto u oído de un sitio así en mi ciudad, a pesar de los años transcurridos viviendo en ella, jugando por sus calles; nada que conociese de mi pequeña ciudad natal se asimilaba a esta extraña plaza con casas como guardianes eternos, impasibles ante el paso del tiempo. Caminé por la plaza y rodeé una de las casas; todo parecía totalmente desierto, sólo oía mis propios pasos. Aquello me empezó a crispar los nervios; realmente no sabía que hacía allí, pues no caminaba con destino concreto cuando salí. Quise irme, pero una fuerza sobrenatural me instaba a quedarme allí, me llamaba en quedos susurros transportados por el viento. ¿Me estaba volviendo loco? ¿Acaso no podía ser todo aquello producto de mi febril estado?
Oí un ruido en la calle en la que estaba, justo detrás de mi, me di la vuelta, ansioso de de encontrar a alguien que no fuese yo.
Me encontré de frente con una figura , no sabría decir si hombre o mujer, alta, ataviada con un largo y ancho abrigo de color negro , llevaba la capucha echada; cuando me habló, no pude contener mi asombro, su voz era suave, me era familiar, pero no la lograba ligar con alguien conocido; me preguntó por el motivo de mi llegada a aquel lugar y al contárselo me desveló lo que me ocurría, por qué llevaba semanas soñando lo mismo para después despertar en las condiciones que lo hacía.
Todo era tan sumamente preciso que un escalofrío recorrió mi cuerpo. Cuando ese ente acabó su exposición me reveló que, como todos los antiguos habitantes de esa desierta plaza, acabaría muriendo, y sólo era cuestión de tiempo. Anhelaba saber más, mi mente estaba famélica de más información, pero cuando quise abordar de nuevo a aquel ser con mis preguntas, este ya se había esfumado.
Aterrado caminé por las calles de la ciudad en dirección a mi casa; la imagen del cadáver de mi sueño era recurrente mientras andaba; agradecí que empezase a llover, pues el contacto con las heladas gotas de lluvia me hizo volver a la realidad y corrí entonces, para guarecerme lo antes posible, hacia mi casa.
Al llegar, toda la casa se hallaba oscura, desierta; me vino a la mente la idea de aquella plaza, lóbrega, solitaria, muerta por dentro y por fuera. Mi casa ya no me hacía sentir seguro ni cómodo, cogí las pocas pertenencias que eran algo valiosas o simbólicas para mi y en aquel mismo instante me marché, y justo antes de cerrar la puerta por última vez oí, o creí hacerlo, un suave susurro que rezaba “te seguiré” con voz muy queda. Todo mi cuerpo sufrió un pequeño espasmo porque de repente el ambiente se volvió más frío de lo normal. Salí a la carrera de la casa, al igual que de la ciudad, me mudé a un pueblo a kilómetros de mi amada ciudad; pero los sueños persistieron, de nada sirvió huir, sino para encontrarme un poco menos aterrado, ella me encontraría pronto.
Mi pluma recorre ávida estas líneas que intentan prevenir a todo el que tenga los mismos sueños que yo reiteradamente de que se acerca al fin de su existencia inexorablemente, que no tiene nada que hacer. Pues intenté todo y he acabado resignándome, pronto llamará a mi puerta para llevarme con ella a descubrir mundos nuevos, lejos de la tortura que viví en este. Mi vida se consume rápidamente al igual que la vela que me alumbra esta noche mientras escribo. Al alba dará conmigo, y me encontrará aquí, en una cama postrado, igual que cuando la ví por primera vez ir como una sombra por mi habitación. Pero, haré su trabajo antes de que me encuentre, me hallara muerto, sólo tendrá que guiar mi alma. Y si esto no ocurre así, si no muero, entonces se puede decir que realmente caí en la locura, y será un gran alivio para todos, para todos menos para mí, que, consciente de mi propia locura, no viviré tranquilo hasta que ella vuelva por mí.





Kure


Lo único que conservo de todo lo que llegué a escribir.
Tonto apego a las palabras.